Los conflictos y los desastres como los terremotos, las inundaciones o las sequías causan cada año el sufrimiento y la perdida de vidas y enseres a miles de personas en todo el mundo. Intermón Oxfam estamos presentes en África y Latinoamérica atendiendo a las personas vulnerables en las crisis humanitarias. Aquí explicamos qué hacemos en los países afectados para atender las necesidades básicas y reducir la vulnerabilidad de las personas ante futuras crisis.

lunes, 21 de febrero de 2011

"Millones de personas no tienen acceso a los servicios más básicos"

Segunda y última parte de la entrevista a Ashley Jackson, responsable de advocacy de Oxfam en Afganistán, quien no scuenta su vida allí durante los dos últimos años.

¿Qué es lo que más te preocupa?
Millones de personas afganas no tienen acceso a los servicios más básicos que las personas de los países desarrollados dan por sentados, como la atención sanitaria, la educación, el agua limpia y el saneamiento. La situación es especialmente crítica en el sur y sureste de Afganistán: el 53% de las clínicas en el sur del país están cerradas. Pero la situación está empeorando en todo el país a medida que la inseguridad crece.

Las mujeres afganas son especialmente vulnerables. ¿Qué hace Oxfam para ayudarlas?
Creemos que las mujeres tienen un importante papel que jugar y deberían estar en el centro de los esfuerzos de la comunidad internacional en Afganistán.
Proporcionamos a las mujeres capacitación y capital inicial para la puesta en marcha de pequeños negocios, para que puedan proporcionar sustento a su familia y a si mismas. Pero es también muy importante que utilicemos la imagen de Oxfam para asegurarnos de que sus preocupaciones son escuchadas. Ahora mismo, queremos asegurarnos de que las mujeres jueguen un papel crucial en los procesos de paz, reconciliación y reintegración. Como la mayoría de las mujeres en Afganistán, no queremos ver que el pequeño pero importantísimo progreso realizado en los últimos nueve años se desvanezca.

A menudo solo oímos malas noticias sobre Afganistán ¿es lo único que hay?
Para nada. También ha habido mejoras en ciertos ámbitos. Por ejemplo, ahora hay dos millones de niñas que van a la escuela en comparación con las pocas miles de niñas que iban antes, cuando los talibanes estaban en el poder. Pero estas buenas noticias son escasas, y cada vez lo son más a medida que la inseguridad crece. Cuando uno de cada cinco niños afganos muere antes de los 5 años y cuando menos de la mitad de la población tiene acceso a la electricidad, eso significa que aún hay mucho trabajo por hacer.

¿Qué crees que ocurrirá en 2011?
Es difícil de predecir que ocurrirá en un país como Afganistán. Pero la seguridad se está deteriorando rápidamente por todo el país – 2010 fue el año con más muertes de civiles desde la caída del régimen taliban. Mientras Kabul sigue siendo relativamente segura, el conflicto continúa extendiéndose por todo el país, especialmente en el norte y el oeste, zonas consideradas seguras hace apenas un año. Todo indica que la situación seguirá agravándose a lo largo de 2011.
Se habla mucho de cómo las fuerzas de la OTAN se están preparando para la “transición” ¿Qué es esto?Ahora mismo las fuerzas militares internacionales se están centrando cada vez más en la “transición” – dejar la seguridad del país en manos del gobierno afgano a medida que retiran sus tropas.

Creo que, a la larga, esto es lo que el pueblo afgano desea ver. Pero es comprensible que a muchos les preocupe la capacidad de las fuerzas de seguridad afganas de garantizar la seguridad del país y asumir esa responsabilidad, teniendo en cuenta la brutal historia del conflicto. Sólo el 14% de los integrantes de las fuerzas de seguridad afganas puede leer o escribir, y los mecanismos de rendición de cuentas son extremadamente débiles. Creemos que es crucial evitar que las fuerzas de seguridad afganas cometan abusos contra los derechos humanos de forma generalizada; una preocupación real una vez que las tropas internacionales se hayan retirado.

¿Cuál será tu recuerdo de Afghanistan?
Mi primer viaje fuera de Kabul fue a una zona remota en el norte del país, donde visite un proyecto de alfabetización de mujeres. Recuerdo haber conversado con una mujer, que debía tener unos 50 años, sobre qué se sentía al aprender a leer a esa edad. Me dijo que era como estar ciega y aprender a ver. Ahora podía ir al mercado y comprar cosas, leer lo que ponía en el dinero y saber que no le estaban engañando. Me dijo que su mayor alegría como abuela era poder ayudar a sus nietos y nietas a aprender a leer porque, sin importar lo que ocurra en el futuro, es algo que nadie jamás podrá arrebatarles.
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miércoles, 16 de febrero de 2011

“La vida es increíblemente difícil y precaria en Afganistán"

Ashley Jackson, responsable de incidencia política de Oxfam en Afganistán, reflexiona sobre su experiencia durante los dos últimos años en el país.

¿Qué está haciendo Oxfam en Afganistán?
Oxfam lleva tres décadas trabajando en Afganistán y, actualmente, está presente en 20 de las 34 provincias del país, a menudo a través de nuestros socios locales. Trabajamos en proyectos de desarrollo a largo plazo, en especial en las zonas más pobres y remotas del país. Además, en ocasiones Afganistán se ve afectado por graves desastres naturales como inundaciones, sequías y terremotos. Cuando esto sucede, proporcionamos ayuda humanitaria de emergencia.

Como Responsable de Incidencia Política de Oxfam en Afganistán llevo a cabo labores relacionadas con cuestiones que afectan a los ciudadanos afganos de a pie, como la protección de civiles y la mejora del impacto de la ayuda internacional para garantizar que ésta llega a quienes más lo necesitan. Debemos asegurarnos de que las voces y las preocupaciones del pueblo afgano sean escuchadas altas y claras en medio del debate político y militar.

¿Cuáles son algunos de los mayores cambios que has visto?
La seguridad se ha deteriorado gravemente. Yo vivo en Kabul donde la situación es relativamente segura. Sin embargo, cuando llegué podía viajar sin mayores dificultades, ahora es más difícil. Existen algunas zonas a las que Oxfam, como otras ONG, ya no puede viajar o en las que ya no puede trabajar, y así es mucho más difícil llegar hasta aquellas personas que realmente necesitan nuestra ayuda.

18 millones de dólares de ayuda al desarrollo ¿Por qué, sin embargo, las personas son aún tan pobres?
Aunque la ayuda ha marcado una verdadera diferencia en las vidas de muchas personas, muy poca ha llegado a aquellas que más lo necesitan. Mientras el conflicto se agrava, muchos países ligan cada vez más la ayuda humanitaria a sus objetivos militares bajo la creencia de que así pueden “ganarse sus corazones y mentes”. Como resultado, muchas zonas pobres no reciben la ayuda que precisan porque son consideradas “seguras” o porque no hay tropas internacionales presentes allí. Así, mientras el despliegue de un soldado americano en Afganistán cuesta al año aproximadamente un millón de dólares, durante los últimos siete años se ha gastado una media de 93 dólares por afgano al año.

¿Qué tipo de proyectos de acción humanitaria funcionan mejor?
Los proyectos más efectivos que he visto a lo largo de estos dos años son normalmente sencillos: proyectos llevados a cabo por las ONG locales en el terreno y desarrollados de acuerdo con las necesidades del pueblo afgano y, a menudo, liderados e implementados por ellos mismos. Incluso si se trata de un sencillo proyecto para el suministro de agua o la construcción de una escuela en una comunidad, he podido ser testigo de impresionantes resultados y de cómo comunidades enteras se beneficiaban. Y me ha impresionado el compromiso de las personas en este tipo de ONG. Son realmente trabajadoras y se entregan al cien por cien a lo que hacen.

¿Cómo está ayudando Oxfam a la población afgana?
Afganistán es el segundo país más pobre del mundo, de acuerdo con las cifras de la ONU. Hasta un 80% de la población depende de la agricultura, o de actividades comerciales relacionadas, para sobrevivir. Oxfam trabaja duro para ayudar a las personas a que puedan salir de la pobreza.
Lo hacemos de diversas formas. Ofrecemos capacitación a los agricultores; ayudamos a construir escuelas, carreteras y letrinas; proporcionamos agua limpia; y proporcionamos formación y capital inicial para abrir pequeños negocios. Estamos presentes en algunas de las zonas más pobres y remotas del país, como Daikundi y Badakshan.

En Daikundi, no hay carreteras asfaltadas y sólo algunas escuelas cuentan con un edificio en el que dar las clases. Pero como el conflicto no está activo en la zona, los donantes proporcionan muy poca ayuda. La vida es increíblemente difícil y precaria, e incluso una mala cosecha puede desencadenar una situación de crisis. Ayudamos cuando hay escasez de alimentos o desastres naturales como inundaciones. Pero nuestra labor principal se centra en ayudarles a hacer frente a las causas subyacentes de la pobreza y, en última instancia, reducir su vulnerabilidad ante estos desastres.

En los próximos días, subiremos la segunda parte de la entrevista.
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martes, 1 de febrero de 2011

Tejedoras de vida


Tras las inundaciones que destruyeron las casas, las pertenencias y los medios de vida de millones de personas en Pakistán, una de las primeras acciones de Oxfam en Swat fue distribuir dinero en metálico. Mientras los hombres participaban en distintas iniciativas enmarcadas dentro del programa Dinero por trabajo, como la construcción de carreteras o la limpieza de los canales de irrigación y el alcantarillado, no era aceptable culturalmente que las mujeres hicieran lo mismo.

En septiembre visitamos a algunas mujeres en la localidad de Jarray que habían comenzado a tejer chales en el marco de los programas de Oxfam Dinero por Trabajo y de preparación para el invierno. Dos meses más tarde, quisimos saber en que se habían gastado el dinero ganado y cuál era su opinión sobre el programa.


Sadar Jehan
“Ahora estamos más relajadas que en septiembre. Con el dinero que ganamos a través del programa Dinero por Trabajo compramos alimentos y ropa para nuestros hijos, y pagamos las facturas del médico.”

“Tras recibir el cheque, fui a un banco en Fatipur. Les dí el cheque y ellos me dieron el dinero en efectivo. Nunca había estado antes en un banco y tenía un poco de miedo, pero cuando llegué me acerqué a un guardia de seguridad y le pregunté qué tenía que hacer y él me dijo donde ir. Me sentí muy contenta cuando me dieron el dinero. ¡Tan pronto me lo dieron comencé a pensar qué haría con él!”

“Tengo cinco hijos: una chica y cuatro chicos. El mayor tiene 20 años y está en Karachi, y el más pequeño tiene 7. Primero conseguí 5.600 rupias por tejer dos chales y, un mes después, otras 5.600 por tejer otros dos. Me he gastado casi todo el dinero en comida.”

“Antes de las inundaciones solía ganarme la vida como costurera. Ganaba unas 60-70 rupias por cada traje de mujer que cosía, y hacía dos por día. Pero eso era cuando había electricidad. Ahora no hay electricidad en el pueblo así que sólo consigo hacer un traje por día.”

Haya Begum
“Estamos muy contentas con el programa Dinero por Trabajo. ¡Y nos hemos acostumbrado! Nos gustaría participar de nuevo en este programa porque no tenemos más oportunidades y necesitamos ganar más dinero. Utilicé el dinero para pagar las tasas de la escuela y para comprar un jersey para el colegio. Tengo cuatro hijos.”

“¡Yo tome la decisión de cómo gastar el dinero! Fue la primera vez. Mi marido está fuera del país así que mis hijos dependen de mí. Me hizo sentir que yo tenía el poder. Sentí que habiendo sido yo quien ganó el dinero, yo era quien debía gastarlo. Tenía ese derecho y nadie debía cuestionar cómo lo gastaba. ¡Sentí el poder que da el dinero y que no debía rendir cuentas ante nadie! Con el dinero de mi marido tenía que dar todo tipo de explicaciones sobre como lo gastaba.”

Salma“Estaba muy, muy contenta con este programa porque me permitía ganar dinero para mi familia desde casa. Tengo cuatro hijos y mi marido no tiene trabajo.”

“Yo decidí cómo gastar el dinero porque yo lo había ganado. Mi marido no cuestionó ninguna de mis decisiones. Pagué un crédito de 5.000 rupias que había pedido para cubrir algunos gastos médicos. Uno de mis hijos tenía una infección respiratoria y además había pedido el crédito para hacer frente a los gastos de mi último parto.”

“Además, el programa nos mantenía ocupados y así olvidábamos nuestras preocupaciones. Sólo podemos trabajar en casa porque no hemos recibido ningún otro tipo de educación. Este programa nos permitió hacer algo para cubrir las necesidades de nuestros hijos cuando antes no teníamos ninguna oportunidad de hacerlo.”

“Nos preocupa no saber cómo vamos a poder ganarnos la vida. Nuestras casas y nuestras tierras han sido destruidas. No sabemos como recuperar nuestras vidas. No creo que lo logremos en lo que nos queda de vida. Tal vez sea posible para nuestros hijos, pero no para nosotros porque no tenemos ni tierra ni recursos. Tampoco tenemos dinero en metálico y muchas personas están en nuestra misma situación. Quizás nuestros hijos puedan recibir una educación y, así, consigan ganar algún dinero. Por eso haremos todo lo que esté en nuestras manos para que nuestros hijos reciban una educación. Será una lucha incluso física, pero quizás así nuestra situación cambie.”

En el programa de Oxfam Dinero por Trabajo han participado 807 mujeres tejiendo chales, colchas y jerseys. Cada mujer hacía cuatro piezas y, así, se han producido 390 colchas, 400 chales y 1.860 jerseys que se han distribuido entre 482 personas como parte del kit de preparación para el invierno.


Imagen por Jane Beesley/Oxfam: Una beneficiaria recibe una de las colchas del programa dinero por trabajo.

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miércoles, 19 de enero de 2011

La lucha contra el cólera en Haití (y II)

Ivan M. García, oficial de medios de Intermón Oxfam, nos cuenta desde Puerto Príncipe la situación de los haitianos un año después del terremoto.

Muchas de las zonas más afectadas por la epidemia de cólera se encuentran en áreas rurales remotas y de difícil acceso, y donde su población tampoco cuenta con medios de transporte para desplazarse. “Por eso actuamos en red. En el centro de ésta, por así decirlo, se encuentran los CTC, donde ofrecemos atención médica y también sesiones de sensibilización. En las zonas algo alejadas a estos centros, construimos las Unidades de Tratamiento de Cólera (UTC), donde al igual que en los CTC ofrecemos servicios de asistencia médica para los afectados por el virus. A nivel de comunidades, muchas de ellas en lugares lejanos y mal comunicados, implementamos lo que llamamos los Centros de Rehidratación Oral, un punto donde el paciente recibe los primeros auxilios antes de ser derivado, si es necesario, a la CTC o UTC, más cercana. Si el caso no es grave, regresa a su casa y antes se le enseña a preparar un suero oral doméstico con agua, sal y azúcar, entre otros ingredientes”, explica Herve Manaud. “Por último, en este trabajo en red hay que implicar también a las autoridades sanitarias haitianas y a la sociedad civil de este país, como por ejemplo, las cooperativas campesinas con las que colaboramos en las áreas rurales”, añade.

Enfermedades del cielo, del infierno y del cuerpo
Haití llevaba cerca de cincuenta años sin conocer un solo caso de cólera. Debido a ello la población desconoce los síntomas, ni qué hacer cuando se presentan, ni mucho menos como prevenirlos. Pero no sólo para eso la sensibilización y la información es clave. “Haití es además un país con unas creencias animistas muy arraigadas. Aquí hay tres tipos de enfermedades: las enviadas por el cielo, las del infierno y las propias de la salud y el cuerpo. Debemos mostrarles que el cólera viene de donde viene, que es una enfermedad de la salud y que debe ser tratada clínicamente”, dice el coordinador del CTC de Grand Goave.

También a través de la sensibilización, la población conoce los riesgos reales de la enfermedad. “De ese modo, no tenemos problemas a la hora de instalar un CTC en un lugar cercano a las comunidades, ni que éstas marginen y prohíban acudir a un punto de agua a uno de nuestros pacientes, como ha sucedido en ocasiones”, añade Manaud.

Emilie Aulinda ya ha terminado todo el suero. Parpadea una y otra vez en lo que se adivina como la previa a una gran siesta. Su madre la mira y sonríe tranquila. “Si los chicos de estas ONG no hubieran venido a mi casa a explicarme todo esto del cólera, jamás hubiéramos cogido esa moto el domingo para traerla hasta aquí”, dice.
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martes, 18 de enero de 2011

La lucha contra el cólera en Haití (I)

Ivan M. García, oficial de medios de Intermón Oxfam, nos cuenta desde Puerto Príncipe la situación de los haitianos un año después del terremoto.

Una gasa envuelve en varias vueltas el antebrazo de Emilie Aulinda sujetando la aguja del gotero. Ella, de seis meses de edad, sorbe con avidez el suero de rehidratación oral que una enfermera le suministra a través de una jeringuilla de plástico. La pequeña es una de las más de 170.000 personas afectadas por el brote de cólera -ahora ya epidemia- surgido en la provincia haitiana de Artibonite el pasado octubre y que se ha cobrado más de 3.600 vidas; pero ella ya está fuera de peligro. “La traje el domingo a toda prisa, cuando empeoró. Estamos aquí desde entonces”, decía ayer su madre, Caroline Germaine, en una zona abierta del Centro de Tratamiento de Cólera (CTC) de Grand Goave, gestionado por varias organizaciones como Oxfam, Médicos del Mundo y un consorcio de ONG suizas, entre ellas una delegación de Cruz Roja.

“El cólera es una enfermedad fácilmente prevenible con buenas prácticas de higiene y con un sencillo tratamiento a base de suero y sales orales. Si el caso es grave, suero intravenoso, pero el paciente básicamente lo que necesita es rehidratación y reposo”, dice el coordinador del centro, Herve Manaud, desde el pediluvio de la entrada, donde desinfecta su calzado en una solución de agua y lejía. El lugar se asemeja a una clínica de campaña, con grandes carpas blancas donde reposan los pacientes, varios habitáculos a modo de oficina, una cocina, varios tanques de agua potable, focos solares, almacén para medicamentos y sueros y letrinas. Todo impoluto. “Hasta hemos retirado la arena y hemos cubierto toda la superficie con esta piedrecillas”, añade Herve mientras remueve varias con la punta de su bota. “Así cuando llueve no se forma barro ni se estanca agua”, concluye. El CTC de Grand Goave tiene una capacidad para unas 85 personas. “Pero no todos son pacientes. Siempre que ingresamos a una persona, le acompaña un familiar. Suelen pasar aquí entre dos y cuatro días”, apunta.

La higiene es el camino

Vibrio cholerae es la bacteria que provoca la enfermedad del cólera. Ésta se transmite a través de las heces de una persona enferma; directa o indirectamente. Por ello, el contagio puede producirse ingiriendo líquido y alimentos contaminados con la bacteria. De ahí que el cólera pueda propagarse rápidamente en lugares donde abunden las aguas residuales o con infraestructuras de canalización en mal estado, como ha sido el caso de Haití desde hace años. Prueba de esta vieja carencia es que el brote surgió en Artibonite, una región que no fue afectada por el terremoto.

Los síntomas del cólera son vómitos, diarreas y cierta debilidad en las piernas. El tratamiento es sencillo, pero si la enfermedad no se ataja a tiempo, el paciente puede morir en cuestión de horas debido a la rápida pérdida de líquidos. No obstante, la prevención también es sencilla. Basta con adoptar medidas higiénicas básicas. Por ejemplo, el lavado de manos en momentos clave, ingerir y cocinar con agua que ha sido previamente tratada y disponer de un fácil acceso a estructuras de saneamiento como letrinas. A su vez, la referencia rápida de enfermos de cólera a centros de aislamiento para su tratamiento evita la propagación de la enfermedad a nivel familiar. Por ello el trabajo de sensibilización es clave, junto a la atención médica, para erradicar el cólera en Haití.

“Oxfam actúa a dos niveles, uno preventivo, a través de campañas de promoción de la higiene masivas e informando a la población en riesgo sobre las vías de transmisión de la enfermedad. Además, tratamos con cloro regularmente todas las fuentes de agua a disposición de la comunidad. También trabajamos con los actores de salud para proveer estructuras de saneamiento e higiene adecuadas, así como de agua tratada en los centros de aislamiento donde acogen a los enfermos de cólera. Por último procedemos a la distribución masiva de artículos de higiene -jabón, lejía, recipientes limpios para almacenar agua, etc.- para la población que habita en zonas consideradas de riesgo. La otra línea de acción es reactiva, y consiste en la descontaminación de los lugares frecuentados por los enfermos referidos a los centros de aislamiento: sus hogares, las casas de sus vecinos…”, señala uno de los expertos de agua y saneamiento de Oxfam, Marçal Trigo. (Continuará.)


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viernes, 14 de enero de 2011

Regreso a Santa Catalina


Ivan M. García, oficial de medios de Intermón Oxfam, nos cuenta desde Puerto Príncipe la situación de los haitianos un año después del terremoto.

Conocí a Jean Schneider hace poco menos de un año. Estábamos junto a las ruinas de la vieja iglesia de Santa Catalina, a las afueras de Puerto Príncipe. Me estrechó la mano con desgana y permaneció a un par de metros de mí, mirándome con recelo y el ceño fruncido, mientras yo entrevistaba a su esposa, Loritz Pierre.

Loritz, que abrazó a su hija durante toda la conversación, me explicó que once días atrás, durante el terremoto, habían perdido todo. Su casa, sus ahorros, sus ropas. También sus trabajos y que por ello, desde ese día, vivían de la caridad y dormían en la pequeña estancia de madera, chapa y lonas que se habían construido. Ella, su pequeña, su madre y Jean.

Loritz y Jean fueron dos de las primeras personas afectadas por el terremoto con las que pude hablar con calma mientras estuve trabajando con el equipo de Intermón Oxfam en las primeras semanas de emergencia. De trabajar habían pasado a mendigar, de tener una vivienda habían pasado a dormir junto a una iglesia derrumbada, de llevar a su hija a la escuela habían pasado a tener que preocuparse de nuevo por su educación, de tener una cama donde reposaba la abuela enferma habían pasado a tener que quitar las piedras del suelo para que ésta pudiera dormir. O lo que es lo mismo, de tener todo eso habían pasado a no tener nada. No es de extrañar que Jean Schneider mirara con recelo a ese tipo algo despistado, medio paliducho, que se había bajado de un 4X4 con aire acondicionado y vistiendo un chaleco blanco impecable. Yo también me hubiera mirado de ese modo.

Le chlorateur
Hace un par de días regresé cerca de las ruinas de Santa Catalina. Quería visitar el punto de distribución de agua con el que Intermón Oxfam abastece a los campos de desplazados que continúan en la zona y donde viven unas 7.000 personas. Junto a un tanque tipo onion cambié algunas palabras con el responsable de la cloración y desinfección del agua, que llevaba unos meses trabajando para Intermón Oxfam. “Mi familia y yo perdimos todo en el terremoto. Todo. Conseguir este trabajo ha supuesto muchísimos cambios en nuestra vida”, decía. “Nuestra pequeña casa ya es algo más que una chabola. Y aunque mi mujer no tienen aún trabajo –eso nos ayudaría mucho- mi hija ya ha regresado a la escuela”. El hombre sonreía satisfecho y tranquilo. Agradecido. Tras una pausa, le pregunté que sentía en ese momento, un día antes del aniversario de la tragedia. Entonces su semblante cambió, se tornó grave, aunque con la misma serenidad. “Hoy… mañana, estos días son unos días tristes. Aquí todos perdimos gente. No podemos estar de otro modo”, dijo.

Nos despedimos con un nuevo apretón de manos. Volvió a sonreír y me felicitó por el trabajo de “nuestra” organización, mientras mostraba con una pizca de orgullo su tarjeta de identificación. Junto al logotipo de Oxfam aparecía la palabra francesa chlorateur y tras ella el nombre de Jean Schneider.

Imagen: Jean Schneider, junto al tanque tipo "onion". © Ivan M. García/Intermón Oxfam
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jueves, 13 de enero de 2011

Una historia (desafortunadamente) poco común


Ivan M. García, oficial de medios de Intermón Oxfam, nos cuenta desde Puerto Príncipe la situación de los haitianos un año después del terremoto.

“Mientras Dios me dé vida, yo la seguiré viviendo” dice Marie Danielle, una haitiana de 40 años, mientras descansa en el portal de su casa. Vive ahora en Gressier, el mismo lugar a las afueras de Puerto Príncipe donde vivió el terremoto de hace justamente hoy un año. Donde vivió la pérdida de su casa, de sus enseres y también donde vivió la muerte de familiares y amigos. Después, continuó viviendo. Vivió como desplazada a un par de centenares de metros de donde lo hace hoy. Vivió a expensas de la ayuda humanitaria y vivió también las tormentas tropicales que se sucedieron a mediados del pasado año. Vivió todo eso y más. Se nota en su cara. Se percibe en su mirada, en su gesto grave.

Pero Marie Danielle es una mujer afortunada. Esa vida - para ella ese Dios- también la llevó a vivir de muy cerca hace dos meses los beneficios del programa de reasentamiento que llevan a cabo Intermón Oxfam y GTZ, una organización alemana. Ahora, forma parte de una de las 69 familias que han podido volver a un pedazo de tierra en Gressier. Un pedazo de tierra que es en realidad su tierra, su propiedad. Mientras que GTZ ha construido una vivienda para una de ellas, Intermón Oxfam les proporciona los materiales necesarios para que construyan su propia letrina, una por familia.

“Además, coordinamos sesiones de promoción de la salud pública y buenas prácticas de higiene. Es un proyecto interesante, pues es totalmente un programa de reasentamiento definitivo. Son sus tierras y tienen sus viviendas y sistemas de saneamiento. Estas familias ya tienen un lugar donde vivir de manera permanente”, explica la responsable de la misión humanitaria de Intermón Oxfam en Haití, Sandrine Robert.

La vivienda de Marie Danielle está construida en madera sobre una superficie de hormigón. Su techo, en forma de pico, es de chapa. “Ahora todo es distinto. Tenemos la casa, tenemos la letrina que nos ayuda a mantener todo limpio… No es como hemos vivido hasta ahora…”, señala mientras sujeta una cortina azul al marco de la puerta y deja al descubierto la estancia. En ella hay tres camas con tendido celeste y varias ventanas tras unas cortinas blancas de gasa. Está limpia. Mucho. Justo tras la puerta, a mano izquierda, hay una camilla con un tapete rosado donde se alinean relucientes vasos largos de metal junto a una cafetera y una pequeña jarra para la leche. Hay también unos estantes. Sobre ellos, un reloj de metal rojo, un par de peluches, uno aún en su caja, y, colgando de una de las esquinas del tercer estante, mirada atenta y gesto impertérrito, un muñeco de Buzz Lightyear, el peculiar héroe de la saga de animación Toy Story.

Los otros damnificados
Desafortunadamente, la vida que vive Marie Danielle no es la de la mayoría de los haitianos afectados por el seísmo. Aún hoy, alrededor de un millón de personas sigue viviendo en los campos de desplazados que se formaron tras el terremoto en Puerto Príncipe y sus alrededores. En gran parte, debido a que sólo el 5% de los escombros se ha retirado, únicamente el 15% de los alojamientos temporales necesarios ha sido construido y porque el Gobierno de Haití aún no ha asumido su rol de líder ni ha elaborado un plan de desescombro y de asignación de tierras para iniciar la reconstrucción de la ciudad.

Marie Danielle se despide. Se detiene, voltea su rostro y dice. “Todo está bien, sí. Pero sería muchísimo mejor si yo también pudiera tener un trabajo o algo de dinero para empezar un pequeño negocio”. Es precisamente el empleo, junto a la vivienda y la educación, una de las tres principales necesidades que los haitianos reflejaron en una encuesta realizada por Oxfam en marzo de 2010. Hoy continúan siendo las mismas.

La solución pasa por que el Gobierno haitiano asuma su rol de liderazgo y desarrolle planes para crear empleo. Por ejemplo, proyectos de obras públicas enfocados a la implementación de servicios sociales básicos e infraestructuras, entre ellas las de agua y saneamiento. De ese modo, se crearían puestos de trabajo y muchos de los haitianos que viven en los campos podrían obtener ingresos y con ellos reparar sus viviendas o bien alquilar o construirse una nueva si es necesario. Ese sería, sin duda, un buen comienzo de para la tardía reconstrucción de Haití.

Imagen: Marie Danielle en la entrada de su vivienda. © Ivan M. García/Intermón Oxfam


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