Los conflictos y los desastres como los terremotos, las inundaciones o las sequías causan cada año el sufrimiento y la perdida de vidas y enseres a miles de personas en todo el mundo. Intermón Oxfam estamos presentes en África y Latinoamérica atendiendo a las personas vulnerables en las crisis humanitarias. Aquí explicamos qué hacemos en los países afectados para atender las necesidades básicas y reducir la vulnerabilidad de las personas ante futuras crisis.

viernes, 14 de enero de 2011

Regreso a Santa Catalina


Ivan M. García, oficial de medios de Intermón Oxfam, nos cuenta desde Puerto Príncipe la situación de los haitianos un año después del terremoto.

Conocí a Jean Schneider hace poco menos de un año. Estábamos junto a las ruinas de la vieja iglesia de Santa Catalina, a las afueras de Puerto Príncipe. Me estrechó la mano con desgana y permaneció a un par de metros de mí, mirándome con recelo y el ceño fruncido, mientras yo entrevistaba a su esposa, Loritz Pierre.

Loritz, que abrazó a su hija durante toda la conversación, me explicó que once días atrás, durante el terremoto, habían perdido todo. Su casa, sus ahorros, sus ropas. También sus trabajos y que por ello, desde ese día, vivían de la caridad y dormían en la pequeña estancia de madera, chapa y lonas que se habían construido. Ella, su pequeña, su madre y Jean.

Loritz y Jean fueron dos de las primeras personas afectadas por el terremoto con las que pude hablar con calma mientras estuve trabajando con el equipo de Intermón Oxfam en las primeras semanas de emergencia. De trabajar habían pasado a mendigar, de tener una vivienda habían pasado a dormir junto a una iglesia derrumbada, de llevar a su hija a la escuela habían pasado a tener que preocuparse de nuevo por su educación, de tener una cama donde reposaba la abuela enferma habían pasado a tener que quitar las piedras del suelo para que ésta pudiera dormir. O lo que es lo mismo, de tener todo eso habían pasado a no tener nada. No es de extrañar que Jean Schneider mirara con recelo a ese tipo algo despistado, medio paliducho, que se había bajado de un 4X4 con aire acondicionado y vistiendo un chaleco blanco impecable. Yo también me hubiera mirado de ese modo.

Le chlorateur
Hace un par de días regresé cerca de las ruinas de Santa Catalina. Quería visitar el punto de distribución de agua con el que Intermón Oxfam abastece a los campos de desplazados que continúan en la zona y donde viven unas 7.000 personas. Junto a un tanque tipo onion cambié algunas palabras con el responsable de la cloración y desinfección del agua, que llevaba unos meses trabajando para Intermón Oxfam. “Mi familia y yo perdimos todo en el terremoto. Todo. Conseguir este trabajo ha supuesto muchísimos cambios en nuestra vida”, decía. “Nuestra pequeña casa ya es algo más que una chabola. Y aunque mi mujer no tienen aún trabajo –eso nos ayudaría mucho- mi hija ya ha regresado a la escuela”. El hombre sonreía satisfecho y tranquilo. Agradecido. Tras una pausa, le pregunté que sentía en ese momento, un día antes del aniversario de la tragedia. Entonces su semblante cambió, se tornó grave, aunque con la misma serenidad. “Hoy… mañana, estos días son unos días tristes. Aquí todos perdimos gente. No podemos estar de otro modo”, dijo.

Nos despedimos con un nuevo apretón de manos. Volvió a sonreír y me felicitó por el trabajo de “nuestra” organización, mientras mostraba con una pizca de orgullo su tarjeta de identificación. Junto al logotipo de Oxfam aparecía la palabra francesa chlorateur y tras ella el nombre de Jean Schneider.

Imagen: Jean Schneider, junto al tanque tipo "onion". © Ivan M. García/Intermón Oxfam

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