Paco Cumbreras es uno de los técnicos de Agua y Saneamiento de Intermón Oxfam en Haití. Desde su blog personal nos irá transmitiendo a partir de hoy, su experiencia y sus sensaciones de la respuesta humanitaria de Oxfam Internacional tras el terremoto acaecido el pasado enero en el país caribeño
Hoy hace tres meses que llegué a Haití. Me incorporé a Intermon Oxfam para asistir a la multitud de personas afectadas por el terremoto. Estos meses me parecieron muy largos; las experiencias vividas son tantas que tengo la impresión como si el tiempo aquí fuera más denso.
Actividades que hemos hecho hace semanas las recuerdo como si hiciera algunos meses. El ayer parece de la semana pasada y el día a día nos absorbe. Todo lo que planificas, normalmente se trastoca y tienes que improvisar sobre la marcha.
Actividades que hemos hecho hace semanas las recuerdo como si hiciera algunos meses. El ayer parece de la semana pasada y el día a día nos absorbe. Todo lo que planificas, normalmente se trastoca y tienes que improvisar sobre la marcha.
En las últimas semanas se habla seriamente de la expulsión de la gente de los espacios públicos. Hace un par de días, por ejemplo, echaron a algunas familias del estadio y parte de ellas llegaron a dos de nuestros sites de victimes, que son un campo de tenis y un instituto de enseñanza secundaria. En el site de l'université de Kiskeya estamos con el desplazamiento a un terreno cercano para que la actividad del centro pueda reanudarse.
Las primeras semanas eran de infarto. Nadie paraba, las organizaciones intentaban coordinarse y situarse para que la ayuda fuera lo más racional y útil posible. En aquel entonces todavía se podía ver algún cadáver tirado en la calle y el olor de los muertos en descomposición nos señalaba los lugares donde había que priorizar el desescombro.
Dos semanas después del seísmo, coordinados con los otros afiliados del sistema internacional de Intermón Oxfam y otras ONG, decidimos concentrarnos en una parte de Puerto Príncipe (20.000 personas) y una zona rural en Petit Goave (40.000). Y por ahora en la capital ya atendemos a casi 30.000 y en Petit Goave a casi 50.000.
Al principio esto era de locos, todos corrían. En ese tiempo en nuestra zona de trabajo se veía cualquier cantidad de soldados a pie o en vehículos, y el sonido de los helicópteros no paraba de escucharse.
Esta emergencia de Haití creo que rompe todos los moldes, todos los ejemplos de manual. La población beneficiaria no está en su totalidad en los lugares de acogida. La gente que huyó de sus casas, poco a poco, regresaba a ellas, pero por la noche volvía al campo.
El pasado domingo fuimos Fifi, nuestra cocinera, Pablo, un compañero fotógrafo que estuvo con nosotros, y yo al mercado, para comprar carne para una barbacoa que organizamos en la casa con nuestros amigos de la Cruz Roja. El mercado, que consiste en puestos en el suelo de un par de calles, es el mismo que pude ver en países como Camerún, Mozambique, Congo...
Tras tres meses aquí ya podemos descansar los domingos, si bien continuamos con unas normas de seguridad muy estrictas, a consecuencia de los secuestros y otros percances que han sufrido algunos colegas de otras organizaciones no gubernamentales presentes aquí. Aunque vivimos en casas de buena calidad, te sientes encerrado y, a falta de libertad para pasear por la calle, finalmente te vuelcas en el trabajo, que aquí no acaba.
Y la tensión no baja. La frustración de la población es grande; aparentemente la gente está tranquila, te escucha... pero cuando surge una discusión entre la gente de un campo o entre elementos de distintos comités, las discusiones son fuertes y llenas de violencia verbal; en cualquier momento te da la impresión que comenzarán a agredirse.
Pero lo que más me sorprende es el empuje y las ganas que esta gente tienen por continuar. Cuando me siento en algún banco de la plaza de Santa Ana, donde viven 4.000 personas, me sorprende que parece que no se destrozó media ciudad en medio minuto.
Y para fotografía de este post, me quedo una que resume estos tres meses: las muchachitas que posaron ante mi cámara en nuestro punto colectivo de agua en el site Martissant 1. También, para no olvidar, la foto de la mamá que enseña a sus niños en su casita de un campo de desplazados que está al otro lado del aeropuerto de Puerto Príncipe; ellos todavía esperan...
Post publicado en Actualidad Mapamundi de El Periódico.
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