Los conflictos y los desastres como los terremotos, las inundaciones o las sequías causan cada año el sufrimiento y la perdida de vidas y enseres a miles de personas en todo el mundo. Intermón Oxfam estamos presentes en África y Latinoamérica atendiendo a las personas vulnerables en las crisis humanitarias. Aquí explicamos qué hacemos en los países afectados para atender las necesidades básicas y reducir la vulnerabilidad de las personas ante futuras crisis.
La espectacular respuesta de socios y donantes a los efectos del terremoto que el 12 de enero de 2010 sacudió Haití, permitió a Oxfam y otras agencias llevar la ayuda necesaria a la población de Puerto Príncipe y el resto de zonas afectadas por el seísmo. Sin embargo, la reconstrucción de Haití es uno de los más complejos y difíciles retos humanitarios de los tiempos modernos.
Durante los últimos seis meses, Oxfam han ampliado sus programas de agua, saneamiento y sensibilización en salud pública. Además, seguimos trabajando en nuestros programas de “dinero por trabajo” para que la población pueda obtener ingresos que le permitan colmar sus necesidades básicas.
Actualmente, estamos ayudando a más de 440.000 personas a través de nuestros programas. La cifra representa a más del 20% de la población afectada por el terremoto.
Permítanme mostrarles algunas de las imágenes del trabajo de Oxfam en Haití:
Uno de los bladders que hemos instalado en el campo de Corail, a las afueras e Puerto Príncipe. Nuestra primera preocupación es la de abastecer de agua potable, una de las mayores necesidades, a la población afectada. Copy: Jane Beesley.
Uno de los programas de “dinero por trabajo” que Oxfam desarrolla en el barrio de Martissant consistente en la limpieza de canales. Los voluntarios reciben unos cinco dólares diarios para que puedan comprar alimentos, enseres domésticos o lo que consideren necesario para colmar sus necesidades o revenderlos y empezar un pequeño negocio. Copy: Ivan M. García
Iniciativa de promoción de la higiene y la salud pública en uno de los asentamientos del centro de la capital haitiana. Una gran parte de estos programas está enfocada a los más pequeños, también los más vulnerables a las enfermedades derivadas del agua en mal estado. Copy: Ivan M. García
Un niño se lava las manos en uno de los asentamientos de desplazados de Puerto Príncipe donde Oxfam ha proporcionado kits de higiene para evitar enfermedades. Copy: Ivan M. García
Trabajadores locales de Oxfam construyen duchas y letrinas en uno de los campos de desplazados donde se realojan gran parte de los desplazados por el terremoto. Copy: Pablo Tosco
Elvieus Manouchef de 20 años, Duverage Dumaude, de 18, y Dorsanvil Bedina, de 19, están entre los 18 alumnos de informática que, con la ayuda de Apple, impartimos en Liancourt. Copy: Ami Vitale.
La mujer con la camiseta roja es Marie Cabole Boursiquot y es una de las beneficiarios de los comedores públicos que Oxfam gestiona en Carrefour Feuilles. Ella cocina cada día para 80 personas, así ha podido generar ingresos propios que le permitirán muy pronto abrir su propio negocio. Copy: Jane Beesley.
Unos trabajadores procesan caña de azúcar en una pequeñísima factoría de Saint Michel, en Puerto Príncipe. Copy: Ami Vitale.
Un grupo de niños participa en una de las actividades de sensibilización para la higiene pública en el asentamiento de la plaza de Santa Ana, en el centro de la capital haitiana. Copy: Ivan M. García
Una niña bebe en uno de los puntos de distribución de agua que Oxfam tiene en el asentamiento de la Universidad de Quisqueya en Puerto Príncipe. Copy: Pablo Tosco
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Vanessa Guillaume es una sobreviviente del terremoto que azotó a Haití el 12 de enero y que produjo unas 250.000 víctimas mortales y más de 300.000 heridos. Nos habla de sus experiencias tras el seísmo y de su vida seis meses después. Desde hace poco trabaja como asistente en promoción de la higiene y salud pública para Oxfam.Imaginen su casa en ruinas tras un desastre como este. En menos de un minuto, han perdido todo por lo que ustedes estuvieron luchando durante años. Las pequeñas cosas que poseían, unos pocos ahorros, sus negocios, incluso sus seres queridos. Luego miran a su alrededor y ven que no son los únicos, que hay cientos de personas alrededor que están en la misma situación. Todos los lugares que conocen están en ruinas y todos sus amigos y conocidos están en la misa situación que ustedes. No tienen donde ir. Entonces, ¿qué pueden hacer?
Millones de personas se encontraban en esa misma situación el 12 de enero de 2010, tras Goudou Goudou -como llamamos al espantoso terremoto-. La mayoría de los afectados se vieron obligados a vivir en la calle, bajo un sol abrasador y a merced de las fuertes lluvias.
Lidiando con Goudou Goudou
Poco a poco, estas personas empezaron a incrementarse en número y a formar sus propias comunidades. Sin embargo, no fue sencillo hacer frente a la carencia de agua, alimentos y refugio. Pero las organizaciones como Oxfam nos ayudaron con ello.
El terremoto puede que produjera una gran cantidad de daños, pero también ha dado a la gente como yo una oportunidad de ayudar a reconstruir nuestro país y construir un futuro mejor. Yo, sin ir más lejos, no hace mucho que he sido contratada por Oxfam para trabajar en Port-au-Prince, en tareas de agua, saneamiento e higiene (WASH).
Mi trabajo consiste en promocionar la salud pública. Voy a los campamentos y doy charlas a la gente sobre prácticas de buena salud, enseño a los niños como lavarse correctamente las manos a través de canciones y hablo con las madres para que no dejen que sus hijos jueguen con agua sucia. Es muy importante que mejoren las condiciones de vida de las personas en los campamentos para que no caigan enfermas.
Sin cuarto de baño a la vista
Vuelvan a la situación del inicio. Traten de imaginar como serían los próximos días. Como se despiertan a la mañana siguiente tras haber dormido a duras penas sobre el suelo y sintiendo las réplicas durante toda la noche.
Pero gracias a Dios están vivos. Se echan un vistazo a sí mismos, descubren que están cubiertos de polvo debido a las ruinas y no pueden aguantar sin darse una ducha. ¿Pero dónde van a tomar esa ducha? No hay baños públicos o casas en pie a la vista. De repente, sienten una necesidad repentina de ir al baño. Observan que hay gente detrás de unos arbustos, adivinan fácilmente lo que hacen. Sin un lugar a dónde ir, ustedes terminan haciendo lo mismo.
Capacitación de las comunidades
Y así es como empezó todo. Cada vez más personas comienzan a hacer sus necesidades al aire libre, donde duermen y comen, sin saber que ahora son aún más vulnerables a enfermedades como la diarrea y la malaria. Y es justo en ese momento cuando mi labor como Asistente de Promoción de Salud Pública (PHP) entra en juego.
En primer lugar, mi equipo y yo recibimos lecciones sobre promoción de la higiene y saneamiento. Luego somos nosotros los que formamos a la comunidad sobre cómo prevenir la propagación de determinadas enfermedades. Para que nuestro trabajo sea más efectivo, trabajamos con los ingenieros de salud pública que instalan las letrinas, los tanques de agua, las duchas y los tanques de captación de agua. Luego, hay que tratar que la gente se movilice para mantener todo en buen estado y limpio y que se hagan cargo del mantenimiento de todos estos mecanismos.
Orgullosa de mi trabajo
Debo decir que estoy muy orgullosa de formar parte de estos logros que hacen que las cosas mejoren. La gente nos felicita por lo que hacemos. Pero todavía tenemos mucho por hacer. Han pasado seis meses desde el terremoto y las personas siguen viviendo en los asentamientos esporádicos.
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Se acercó a mi vestida con un vestido de algodón viejo y azul y su pequeño en brazos. No me dijo su nombre. Sólo que llevaba allí viviendo mucho tiempo. Demasiado. “Desde que todo tembló”, dijo. Allí es la Plaza de Santa Ana, en Puerto Príncipe. Uno de los lugares donde se asentaron algunos de los desplazados por el terremoto que sacudió Haití el 12 de enero de 2010. Todo seguía igual, apenas nada había cambiado, decía ella.
Hace unas semanas regresé a la capital haitiana. Estuve tras el seísmo, durante el primer mes de respuesta, y volví para acompañar a dos medios españoles a visitar nuestros proyectos. Uno de los primeros lugares a los que regresé fue a esa plaza. La población había aumentado considerablemente, como en el resto de campos. No obstante, eso no significa que el número de desplazados reales sea mayor que después del terremoto. Sino que la gente ha cambiado de lugar y ha ido buscando donde se está implementando la ayuda humanitaria y entregando alimentos y material de cobijo.
Por su parte, las agencias humanitarias han mejorado su coordinación y han ido abarcando cada vez más zonas afectadas. Pero con los desplazados en los mismos lugares que hace seis meses es complicado implementar como quisiéramos nuestra respuesta. “Mire”, dice la mujer tomando el brazo de su hijo. “Mire lo que ocurre cuando el sol calienta la chapa de nuestras viviendas”. El niño, de apenas dos o tres años, tenía una especie de sarpullido. La piel rojiza y levantada. La mujer lo atribuía a la alta temperatura a la que el sol sometía a su pequeña casa de madera, telas y metal. La población de estos asentamientos permanece a todas horas fuera de sus chozas. Por ello, han ido apareciendo focos de actividad económica: pequeñas y peculiares cantinas y comercios improvisados.
Así que hay mucho menos espacio en estos asentamientos, lo cual complica en exceso la respuesta de las ONG. ¿Dónde ubicar más baños químicos si no hay un hueco libre? ¿Cómo cavar letrinas en medio de una ciudad de cemento y hormigón? ¿Y cómo aumentar el número de duchas? ¿De qué modo implementar canales de drenado y desagüe si las viviendas de los desplazados no sigue patrón alguno?
La respuesta humanitaria en Puerto Príncipe sigue siendo complicada. La temporada de lluvias y huracanes ha comenzado y casi el millón y medios de desplazados tras el seísmo siguen en los mismos lugares donde se ubicaron entonces. La población de la mayoría de los asentamientos está en riesgo de inundación, por ello el gobierno de Haití tiene que liderar el desarrollo, la implementación y la comunicación de un plan claro para el alojamiento temporal y permanente de las personas afectadas, pues ninguna ONG nacional o internacional puede trabajar en soluciones permanentes hasta que el Gobierno haitiano proporcione tierras para la población que no puede regresar a sus hogares.
Ya en Barcelona, he pensado muchas veces en esa mujer. En que nunca supe su nombre. ¿Aunque en realidad, qué importa si hay un millón y medio de personas de las que jamás lo sabré?
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