Los conflictos y los desastres como los terremotos, las inundaciones o las sequías causan cada año el sufrimiento y la perdida de vidas y enseres a miles de personas en todo el mundo. Intermón Oxfam estamos presentes en África y Latinoamérica atendiendo a las personas vulnerables en las crisis humanitarias. Aquí explicamos qué hacemos en los países afectados para atender las necesidades básicas y reducir la vulnerabilidad de las personas ante futuras crisis.

viernes, 1 de abril de 2011

Esperando volver a la normalidad en Pakistán (Parte 3)



Los hombres de la ONG local con los que viajábamos escuchaban cómo discutían los demás. Estaban cansados. “Vayamos adonde vayamos, siempre escuchamos la misma historia”, dijo uno de ellos, un especialista en salud y salubridad financiado por Oxfam. “La gente dirá lo que más quieren que creas para recibir ayuda. Eso dificulta nuestro trabajo”.

Uno de los voluntarios de confianza de la ONG, un agricultor llamado Janeb Khoso, nos llevó a la aldea para que pudiésemos hablar de lo que había sucedido. Mientras nuestra 4x4 se abría paso por los canales, me contó sobre la noche de principios de agosto en que las inundaciones llegaron a su aldea. “Aquí cerca hay un dique de contención (un muro de protección contra inundaciones). Es muy sólido. Se construyó hace mucho tiempo, cuando estaban los británicos. Contuvo las inundaciones de 1972, y nos sentíamos orgullosos de contar con él. Sabíamos que el agua no podía destruirlo.

Cerca de las 19:30, justo tras anochecer”, Janeb continuó, "los que vivían cerca del muro oyeron una explosión. El agua comenzó a anegarlo todo. De repente, parecíamos estar en medio de un océano. La gente huía para salvarse. No podían rescatar nada. Como nosotros estábamos un poco más lejos, mi familia tuvo como una hora de tiempo, así que escapamos con algo de ropa y comida. Pero perdimos los muebles, el congelador y el frigorífico, para los que habíamos ahorrado durante años. Y perdimos nuestras semillas, nuestra inversión para este año. Nuestros seis búfalos se ahogaron”.

Con las manos indicaba el tamaño de su aldea, una isla quizás del tamaño de dos campos de fútbol. A su alrededor había barro y grandes estanques de agua gris-amarillenta. Las causas parecían haberse derretido desde arriba, y solo quedaban unos pocos ladrillos erosionados. Las lonas de las tiendas de campaña y los plásticos impermeables con los logos de las agencias humanitarias emergen de entre las ruinas.

“¿La explosión? Todos saben quién fue”. Janeb citó a dos grandes terratenientes locales, políticos prominentes. “Ordenaron hacerlo para proteger sus tierras y las de sus súbditos”: El agujero ya está tapado, pero ahora atrapa las inundaciones en las tierras que el muro debía proteger. Como resultado, muchos de los aldeanos están todavía en los campos para refugiados.

Hasta hace dos semanas, la aldea de Janeb solo era accesible por medio de barco, y piensa que tendrán que pasar dos meses más antes de que se haya ido suficiente agua y puedan volver a plantar. Pero incluso así, las tierras deberán limpiarse o tratarse químicamente, ya que las inundaciones suelen dejar unas capas gruesas de sales.

“La inundación no debería haberse producido aquí”, comenta Janeb, negando con la cabeza. “Pero no denunciamos la explosión. No nos atrevimos. Esta gente tiene mucho poder. Utilizaron explosivos, al anochecer. Si hubieran usado una máquina para romper el dique la hubiéramos oído y nos habríamos encargado de los conductores”.

Imagen por Andy Hall: Una desplazada y su bebé en el Valle Indus.em>

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